¿Combustible o alimento?

30/01/13 En teoría, los biocombustibles son una gran idea. 

Después de todo, los combustibles derivados directamente de materia viva creciente –como el etanol del maíz y de la caña de azúcar, y el biodiesel de la soja, semilla de corza y aceite de palma– son renovables, y absorben carbón de la atmósfera mientras crecen. 

Brasil fue el primer país en crear una industria de bioetanol sostenible, usando caña de azúcar como materia prima. 

Luego le siguieron los EE.UU., usando maíz para convertirse en el más grande productor de combustible de etanol del mundo en 2008.

Pero los cultivos de biocombustible, muchos de los cuales también son destinados para productos comestibles, usan tierra, agua y recursos de energía que también necesitamos para cultivar alimentos — en una época en que nuestra creciente población mundial ya está haciendo presión sobre la provisión de alimentos. No obstante, los mandatos del gobierno de usar un porcentaje mínimo de biocombustibles mezclados con petróleo significan que a menudo el biocombustible toma prioridad. En EE.UU., por ejemplo, un mandato para los combustibles renovables exige a los refinadores mezclar un porcentaje de etanol a la gasolina, y los cultivadores de maíz reciben subsidios para producir y vender maíz para la producción de combustible. Esto tiene como resultado que alrededor de un 40% de la cosecha es usado como combustible. Normalmente, esto no plantearía un problema mayor, excepto que en verano de 2012 la sequía destruyó una gran proporción de los cultivos de maíz de EE.UU., empujando su precio hasta 60% arriba de su precio normal.

Esto tendrá una enorme repercusión en los precios mundiales: EE.UU. no sólo depende de maíz para su propio suministro de alimentos, pero lo exporta al resto del mundo, de modo que los precios de la carne y los productos lácteos también subirán, así como los precios de otros granos — lo que podrá significar que la gente que vive en países más pobres que dependen de los productos importados no pueda permitirse comer.

Por otra parte, todavía hay preguntas de si, en última instancia, los biocombustibles basados en alimentos realmente ahorran lo suficiente en emisiones de gases de invernadero como para merecer que compitan con los alimentos. Los biocombustibles requieren los mismos recursos y plantean los mismos problemas para el medio ambiente que los alimentos, y la preparación de tierras para nuevos campos, ya sea para cultivo de alimentos o de combustibles, libera a la atmósfera carbono secuestrado hace mucho y contribuye a la deforestación. En Brasil, por ejemplo, la demanda de combustible está empujando a los agricultores a invadir y cortar la ya fragmentada Selva Atlántica. Entretanto, un estudio alemán reciente informa que el ahorro de gas de invernadero del biodiesel producido en Europa fue muy inferior a la marca esperada de 35%, en tanto que las pobres cosechas de granos también habían aumentado el precio de los alimentos.

Esto no quiere decir que la idea de los biocombustibles debería descartarse, y los investigadores están buscando nuevas formas. Una de sus esperanzas reside en la próxima generación de biocombustibles celulósicos, producidos de residuos agrícolas como la chala de maíz y la cáscara de arroz. El cultivo de plantas no-comestibles, resistentes a la sequía, como la jatrofa y el pasto varilla en tierras marginales también resulta prometedor. Otras posibilidades incluyen la creación de combustibles de madera cosechada de árboles de crecimiento rápido, algas, madera de desecho de la industria, o hasta de excremento humano. Todas estas opciones son científicamente factibles; el truco está en lograr que la producción sea viable en una vasta escala comercial.

Fuente: http://tunza.mobi/es/articles/%C2%BFcombustible-o-alimento/

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