A Galuccio sólo puedo desearle suerte

04/09/12 (Arg.) Presidente de la filial argentina de la Shell y uno de los pocos empresarios que no callan lo que piensan, critica la intervención de la industria de hidrocarburos. Cree que Miguel Galuccio, titular de YPF, es un profesional, aunque quiere estudiar su plan para los próximos cinco años.


El ingeniero Juan José Aranguren es un hombre de pensamiento veloz y mirada inteligente. Tiene, en sus respuestas, un acento didáctico y una notable memoria para fechas y números.
Cuando describe la situación petrolífera en nuestro país no se pierde en anécdotas y mantiene la concisión:
—En este momento –explica– estamos en una situación en la cual, a partir de nuevas regulaciones (y en especial lo que se refiere a reglamentación de la que se conoció como ley de expropiación de YPF y que, en realidad, es una ley que declaró de interés público el sector), se ha introducido una serie de modificaciones. Y algunas de ellas avanzan sobre legislación vigente de mayor jerarquía. Por lo tanto, considero que estamos en un momento en el cual se tiene que efectuar un análisis adecuado del impacto que este decreto puede provocar.
—Según su óptica, ¿cómo sería ese impacto?
— En principio, es necesario ver si este nuevo marco regulatorio atrae las inversiones necesarias como para recomponer y reconquistar el autoabastecimiento petrolero. Es decir, para que se produzcan más petróleo y gas en Argentina y así lograr disminuir la factura de importación que tiene un peso importante en la balanza comercial del país.
—Usted se refiere al decreto (su número es 1.277) del viceministro Kicillof que disgustó sobremanera al ingeniero Galuccio, CEO de YPF, que se enteró sobre la hora de su publicación?
—La idea del decreto es reglamentar la Ley 26.741, que estableció la soberanía hidrocarburífera y que además expropió los intereses de Repsol en YPF. Sin embargo, el decreto reglamenta solamente los primeros tres artículos, que tienen que ver con la hidrocarburífera, genera un reglamento para esta misma soberanía y deroga artículos de algunos decretos que fueron dictados por Menem en el ’89 y comenzaron a tener ejecución en el ’91. Son los famosos decretos de desregulación que, posteriormente, como facultades delegadas fueron ratificados por otra ley de la Nación (la 25.148). Es decir que este Decreto 1.277 está desregulando, eliminando, derogando otros decretos que tienen jerarquía de ley, cosa que, conforme al artículo 31 de la Constitución, no es legítima. Asimismo, este Decreto 1.277 otorga a una comisión formada por tres miembros del Ejecutivo (el viceministro de Economía; el secretario de Comercio Exterior y el secretario de Energía) la autoridad como para manejar todos estos temas. Una autoridad que la Ley de Hidrocarburos deja en cabeza de la Secretaría de Energía. La famosa “ley corta” (26.197), por la cual se reglamentó el dominio originario de las provincias sobre los recursos, les otorga justamente a las provincias la autoridad sobre las concesiones. Es decir que, también, en ese sentido este flamante decreto avasalla otras leyes aprobadas por el Congreso.
—Según la Secretaría de Energía, YPF importó en junio de este año por valor de 190 millones de dólares para asegurar el abastecimiento de las estaciones de servicio. Un récord. Los números indican que supera en 20% las importaciones del año pasado… Entonces, Aranguren, ¿cómo se presenta el futuro?
—Mientras en la Argentina haya recursos para poder extraer petróleo, el futuro “tiene” que ser bueno. El tema es que nosotros, los argentinos, todos aquellos que formamos parte de la actividad, generemos las condiciones necesarias y entablemos la discusión en términos confiables para poder establecer reglas de juego que logren que esos recursos puedan ser extraídos y puestos a disposición para crecimiento de la economía. Desde ese punto de vista, creo que el decreto 1.277 (que algunos pueden considerar como un paso adelante) es un paso atrás. Lo digo con toda humildad pero lo considero un paso atrás porque avanza sobre legislación de mayor jerarquía y agrega un signo de desconfianza sobre lo que se puede esperar. Creo que a través del diálogo y contrastando verdades diferentes es como se puede encontrar un mínimo común denominador.
—Para nosotros, los legos, el tema del yacimiento de Vaca Muerta es un enigma fascinante. El alto costo de su explotación se debe a que debe fragmentarse la roca, ¿no es así?
—Desde sus orígenes, la roca generadora tuvo siempre petróleo. Una parte pudo ser extraído. Hoy hay petróleo que todavía está ocluido dentro de la roca pero hay técnicas modernas (no tienen más de una década de vigencia en el mundo) que hacen, a partir de la fractura de la roca, que ese hidrocarburo ocluido, tanto en estado líquido como en estado de gas, pueda ser recuperado. Esto, obviamente, tiene un costo mayor y es necesaria una mayor inversión para poder obtener cualquier explotación de tipo convencional. Le subrayo que lo que no es convencional es la manera de extraer el combustible. En realidad, el hidrocarburo (sea en forma líquida o como gas) está siempre dispuesto. Lo que ocurre es que, dentro de lo que es roca, la proporción es menor de lo que resultaría en una extracción de tipo convencional. Le explico: en una extracción de tipo convencional puede haber 15% de hidrocarburo dentro de lo que es la roca. En cambio, en una extracción no convencional los porcentajes son menores. Hablamos de 3% o 4%. Pero se trata del mismo tipo de hidrocarburo. Es más caro porque no solamente hay que hacer una perforación tipo vertical y, a partir de ahí, ya sea en forma directa o en forma asistida por algún tipo de bombeo o de inyección secundaria, extraer el petróleo. En este caso particular, luego de la perforación vertical se hace una perforación horizontal y se dispara sobre la roca a los efectos de fracturarla generando grietas. Luego se usan arenas especiales y productos químicos que se aprovechan para que las grietas se sostengan en el tiempo. Luego empieza a fluir el hidrocarburo (tanto líquido como gaseoso) y comienza la extracción, que hoy ya sabemos cómo hacer.
—Perdone mi ignorancia, ingeniero, pero una vez que comienza a fluir tanto el gas como el petróleo, ¿cómo lo almacenan?
—Todo eso va a piletas, a tanques. Tal como ocurre hoy en cualquier tipo de explotación convencional, los productos se almacenan, se transportan por oleoducto, hay baterías de tanques y se concentra en un lugar determinado. Luego viene a las refinerías a partir de oleoductos que proceden, en este caso, de lo que es la cuenca neuquina hasta las cercanías de Bahía Blanca, donde hay un gran depósito. De ahí el producto se puede embarcar o transportar por otro oleoducto hasta las refinerías de YPF en La Plata y de Shell en Dock Sud. Justamente este año nosotros hemos adquirido una participación en tres concesiones. En una de ellas vamos a empezar a perforar dentro de aproximadamente un mes. Quizá, veinte días… Está ubicada en Sierras Blancas, un área en la que tenemos el 65% del título y somos operadores del título de la concesión. También tenemos otra concesión, Isla Mora. Allí contamos con el 67,5% y una tercera que se llama Cruz de Lorena, en la que contamos con el 80% y somos socios de la Empresa Gas y Petróleo de la provincia. En las tres, el proceso de inversión ya comenzó. Como le dije, empezamos a perforar dentro de veinte días y luego pasaremos a la otra área y en el primer trimestre haremos el tercer pozo en el área Cruz de Lorena. O sea que la intención, con forma de compromiso acordado con la provincia, es tratar de demostrar la existencia de petróleo en esta etapa de exploración y, a partir de esa existencia, desarrollar planes de producción para poder comercializarlo.
—¿Comercializarlo abarataría para el público la oferta, por ejemplo, en surtidores?
—La mayor oferta de un bien siempre hará que el precio sea menor. Justamente, en la medida en que funcionen las reglas del mercado, cuando un bien falta… Es decir, cuando hay una intervención el precio puede estar afectado, como está ocurriendo hoy en la Argentina, a través del establecimiento de impuestos a la exportación de petróleo crudo y derivados, lo cual genera ciertas reglas para determinar los precios en el mercado interno. Pero cuanto mayor oferta tengamos en la Argentina, podrán ser más bajos los precios. Hoy por hoy, en nuestro país, el problema radica (independientemente de que el precio esté fijado por el mercado o por el Estado) en recuperar el autoabastecimiento perdido y tener una oferta sustentable en el tiempo para que pueda funcionar la economía del país. Ese autoabastecimiento se ha ido perdiendo. En los últimos años nos hemos consumido las reservas, tanto de petróleo como de gas, sin reponerlas. Hoy es necesario, para evitar importar y estar exportando mano de obra (porque al importar lo único que hacemos es permitirle a otro que pueda tener un beneficio a partir de la producción), disminuir la importación y tener recursos propios generados y producidos en el país.
—En este momento, ¿cuál es la mayor importación en esta área?
—Principalmente, gasoil. Hay aproximadamente 15% de la demanda argentina que se está importando. También fueloil y gas natural licuado, a los efectos de generar energía eléctrica. Asimismo, y también por barco, importamos desde Bolivia el 25% (aproximadamente) de la demanda nacional de gas. A partir de descubrimientos nuevos (y hoy la provincia de Neuquén está a la vanguardia hacia el autoabastecimiento) podríamos estar disminuyendo la factura de importación, lo cual, obviamente, es importante para el país.
—¿Qué dicen los geólogos?
—Si lo que dicen los geólogos se confirma, una vez que se generen las perforaciones vamos a recuperar el autoabastecimiento. Desde ya que, para producir gasoil y fueloil, se necesita también ampliar las capacidades que tenemos en las refinerías de Argentina. Pero antes debemos estar seguros de que está el hidrocarburo y, luego, ampliar las refinerías. Yo creo que una consecuencia inmediata (y es una de las primeras señales positivas) es la ampliación de la capacidad de refinación en cada una de las refinerías del país.
—¿Cuál es la más grande?
—En cuanto a tamaño y complejidad, la más importante es la de YPF en La Plata. Luego, le sigue la de YPF en Luján de Cuyo (Mendoza), luego la de Shell en Dock Sud y, finalmente, la de ESSO en Campana. Esto en cuanto a capacidad (o sea cantidad de petróleo crudo que puede procesar), tipo de unidades, de conversión, etc., que tienen esas refinerías.
—La calle dice que el combustible de Shell es muy bueno pero más caro.
El ingeniero Aranguren contesta con rapidez:
—Mire, el precio de un combustible es aquel que el cliente está dispuesto a pagar y, cuando un cliente está dispuesto a pagar, lo hace en función de muchas características: la calidad del combustible, de la estación de servicio, de la reputación y los principios de negocios que la empresa aplica al desarrollar sus negocios en el país… O sea que, reitero, el precio de base es aquel que el cliente esté dispuesto a pagar, y hay clientes (al menos el 20% de nafta y el 14% de gasoil) que están dispuestos a cargar productos de muy buena calidad, como los que produce Shell.
—¿Cómo ve la gestión de Galuccio, un hombre que viene del mercado internacional?
—Dentro de un par de días se conocerá el plan o la estrategia de YPF para los próximos cinco años. Creo que Galuccio tiene frente a él un desafío importante. Es un profesional. Se ha rodeado también de gente profesional. Además, tiene que manejar los intereses de sus accionistas en el directorio de la compañía y yo lo único que puedo esperar es que tenga suerte, que pueda demostrar la capacidad que tiene por la sencilla razón de que necesitamos energía en el país y recuperar el autoabastecimiento. Y si bien YPF en la producción de petróleo representa aproximadamente un tercio de la producción de todo el país, es un jugador importante como para contribuir en forma significativa en el desarrollo nacional.
—¿Cómo se ubica Shell en este panorama?
—En este momento, nosotros estamos deseosos de empezar a producir, y eso sería después de tener éxito en esa área. Hoy todavía no estamos produciendo petróleo pero es nuestro objetivo. Estamos activos en el negocio de refinación y comercialización. Somos el 20% de venta de nafta, o sea que 1/5 del país está abastecido por Shell. En gasoil ocupamos alrededor del 14%.
—Obviamente, son números muy importantes. ¿Cómo es la relación de Shell con el gobierno actual?
—De respeto. Por lo menos en lo que concierne a Shell. Y así ha sido desde 2003 a la fecha. Por coincidencia, yo fui designado presidente de nuestra compañía el 1º de enero de 2003 y el presidente Kirchner inició su mandato el 25 de mayo de ese mismo año. De manera que –sonríe levemente– hemos sido contemporáneos con la administración Kirchner. Más allá de las vicisitudes y de los problemas que han ocurrido, nosotros seguimos operando. Muchos auguraron que nos íbamos a ir pero seguimos operando. Tenemos una base de clientes fieles que están interesados en comprar nuestros productos. Estamos invirtiendo en exploración y esperamos hacerlo en producción si tenemos éxito en la exploración. También consideramos, en la medida en que haya clientes satisfechos con la oferta de Shell, que estamos en condiciones de seguir generando recursos y trabajo en el país.
—Entonces, si la exploración funcionara, ¿cuánto es el tiempo necesario para que llegue al público?
—En el caso específico de petróleo y gas (y estamos hablando de Vaca Muerta), las inversiones importantes van a demorar de tres a cinco años. Los resultados van a insumir ese lapso. Esto no es como otro tipo de actividad en la que una buena lluvia anuncia una buena cosecha para el año siguiente. O un determinado fertilizante mejora el rendimiento de un campo. En nuestro caso, hay determinados tiempos que van, como le decía, de tres a cinco años a los efectos de dar a conocer las bondades de poder invertir en un área como la que hoy es Vaca Muerta. Por eso el sector petrolero, debido a esos tiempos que son indispensables para poder ejecutar sus planes, precisa una continuidad en las reglas de juego. Necesita (y a algunos no les gusta la palabra) seguridad jurídica. Es decir, saber que se mantienen las reglas; que el Estado controla el cumplimiento de esas reglas pero que no se cambian a medio camino en función de necesidades de corto plazo.
—Recién usted mencionaba a la naturaleza y nosotros recordábamos cómo, en los años 80 y 90, se apostaba fuertemente, por ejemplo, a la energía eólica. ¿Qué ha pasado con ella realmente?
—Todas las empresas del sector energético piensan que, en algun momento, los hidrocarburos fósiles se van a agotar y que, por lo tanto, va a haber una nueva forma de energía. Todo el mundo hace inversiones para investigar en este sentido. El costo todavía es alto. Hay granjas eólicas en varios lugares del mundo. En Comodoro Rivadavia, por ejemplo. Y si vamos al Mar del Norte o atravesamos Inglaterra volando hacia Europa, veremos en el medio del Mar del Norte una gran cantidad de molinos en el agua que están generando energía eólica. Lo mismo ocurre con la energía solar. Lo que ocurre es que todavía hoy, a los precios actuales y con la existencia de estos hidrocarburos, que todavía se siguen encontrando como en el caso de la fractura de la roca madre, sigue siendo una energía más barata que la que se puede generar a partir de la utilización de otra forma, como los vientos etc. En algún momento, esto va a llegar. Es el mismo caso que la energía solar. Pero hoy, el costo de esa aplicación es más alto que hacerlo a partir de los hidrocarburos fósiles.
—Una catástrofe como la de Venezuela, con más de cuarenta muertos, ¿no influirá en nuestras importaciones?
—Creo que no. Esta sobreoferta de hidrocarburos tiene que ver con la recesión en Europa. Hoy existe suficiente capacidad de refinación instalada en el mundo debido a que, justamente, la demanda no es muy alta. De hecho hoy, más allá de que PDVSA está involucrada en algunas importaciones argentinas, el origen de los hidrocarburos que importa Argentina no es necesariamente venezolano.
—En el mundo, y particularmente en Estados Unidos, el tema de la contaminación y el recalentamiento es habitual.
—Sí, en Estados Unidos es un tema recurrente. Cada vez que vamos a EE.UU. volvemos resfriados por la cantidad impresionante de aire acondicionado que utilizan en los hoteles y lugares cerrados. Todo eso se hace con energía. Con una huella de carbono que genera cada vez más divisiones en la atmósfera. En la vida todo tiene un costo y un beneficio. El costo del confort es generar algún tipo de impacto ambiental. El progreso ha tratado de mitigarlo y repararlo. Hay formas de energía que contribuyen a esa reparación y de ahí la obligación, que rige en ciertos países, de mezclar con biocombustibles cuyo impacto en el medio ambiente es menor que el de los hidrocarburos fósiles, pero esto forma parte del progreso de la sociedad. Es decir, a mejor estándar de vida, toda actividad humana genera una contaminación, y lo que debemos lograr son las condiciones como para que esa contaminación no afecte la vida de la sociedad. Para eso están los controles del Estado. Para regular justamente ese aspecto.
—¿Y esos controles se cumplen?
—Si no se cumplieran… Yo puedo dar fe por lo que hace Shell. Nosotros cumplimos con la legislación vigente y muchas veces tratamos de tener parámetros de emisión que son más restrictivos que lo que marca la propia legislación vigente.
—Un último tema, ingeniero Aranguren: ¿qué opina del decreto de intervención a la industria de hidrocarburos, cuya autoría es del subsecretario Kicillof y del cual (según informaciones que trascendieron y fueron luego desmentidas) el ingeniero Galuccio se enteró cuando ya era un hecho? Tan es así que llamó a un escribano (cosa que luego se desmintió también) para documentar su renuncia como CEO de YPF.
—Nosotros nos enteramos a las 8 y media de la mañana de aquel día (25 de julio pasado) al leer el Boletín Oficial, donde se estaba reglamentando el interés público legislado sobre la actividad a partir de un decreto que, cuando lo vimos, dijimos: “Esto es una regulación mayor que la existente”; y nosotros creemos que por decreto no se puede estar modificando un marco regulatorio que estaba establecido por ley. El artículo 31 de la Constitución Nacional dice claramente que “la Constitución y las leyes dictadas a su efecto son las que gobiernan o administran la cosa pública”. Un decreto no puede cambiarlo. Por eso creemos que es ilegítimo. Otra cosa hubiera sido si el contenido de ese decreto hubiera sido llevado al Congreso, debatido y discutido, a los efectos de poder estar en conocimiento de cuáles cosas se quería cambiar. Y así como nosotros nos enteramos ese mismo día, a otros muchos gobernadores de provincia también les ocurrió lo mismo frente a los alcances del decreto, que ponía en duda la capacidad de las provincias de controlar la actividad que ellos mismos conceden, como es el caso de todo lo referente a la exploración de recursos propios de cada provincia.

Fuente: http://www.perfil.com/ediciones/2012/9/edicion_707/contenidos/noticia_0008.html

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